domingo, 1 de noviembre de 2009

LOS ROSTROS DE EL SALADO


Por Claudia Ayola Escallón


En febrero de 2000, los paramilitares llegaron a El Salado y ejecutaron a 60 personas. El Salado, para ese entonces, era una población de cuatro mil habitantes que se alzaba impetuosa a 18 kilómetros de El Carmen de Bolívar. Los hombres armados se quedaron 4 días ejecutando saladeros y matando del pánico al resto.

El pasado domingo, la CNRR entregó el informe El Salado: Esa guerra no era nuestra y para ello se convocó a toda la comunidad, a aquellos que han regresado – que son la minoría- y aquellos que aún se encuentran desplazados, condenados al desarraigo, con la nostalgia de haberlo dejado todo.

El primer retorno de desplazados, después de la masacre del 2000, ocurrió 2 años después de la tragedia y cuentan que cuando volvieron se encontraron un pueblo tragado por la maleza. Poco a poco regresaron algunos, pero en el acto de entrega del informe de la CNRR, llegaban a El Salado muchos que no habían vuelto desde entonces. Llegaron de El Carmen, Sincelejo, Barranquilla y Cartagena, y a la entrada del pueblo la gente se reconocía a pesar del paso de los años y se abrazaban porque nunca se habían vuelto a ver.

Quise reclamarle a toda la gente de la CNRR y su equipo de Memoria histórica, cuando en la bodega de tabaco en la que se celebraría el acto, encontré a un hombre con una niña en los brazos señalando una fotografía de las otras tantas que colgaban de los muros y diciendo “Mira, esta es tu abuelita”. El hombre tenía los ojos llenos de lágrimas y yo sentí rabia porque supe que en los muros colgaban fotografías de las víctimas que habían muerto en la masacre. Me pregunté quién sería el infeliz al que se le había ocurrido hacerme semejante trampa, pues me encontraba allí frente a un hombre con su niña en los brazos y quería abrazarlo y llorar con él, y me dolió una gente que nunca había visto.

En Colombia aprendimos a sentir la magnitud de las masacres de acuerdo al número de muertos, pero jamás pensamos en sus rostros. Chengue, Mampuján, El Salado y Macayepo, por ejemplo, pasaron a ser cifras y datos en gélidos informes. Números, sólo números parecen importantes… y ni siquiera los números se ponen de acuerdo.

Cuando uno ve un rostro, un solo rostro víctima de la masacre de El Salado en la fotografía de su grado, con el gran diploma extendido, otro rostro en una fiesta infantil, rodeada de otros niños pequeños, tan pequeños como ella a la hora de su muerte, otro jugando en la gallera, un rostro con su hija cargada, quizá orgulloso de tenerla, un rostro en un matrimonio, otro con uniforme del colegio, fotografías del álbum familiar, que nos hacen saber que un muerto, no cien, un solo muerto es demasiado.

Camino a El Salado conocí a Candelario, tenía 5 años que no iba a su tierra. Me contó que en los días de la masacre le tocó esconderse en el monte. Su hijo pequeño tenía apenas 25 días de nacido. Después dijo, “una cosa es contarlo, otra cosa es vivirlo, eso nadie se lo imagina” Fue una cacería de seres humanos, se fueron aproximando poco a poco hasta rodear el pueblo. Los saladeros estaban desarmados y siguen esperando justicia y reparación, desarmados. Habría que ver las caras de tristeza al encontrarse con los rostros de sus muertos y las caras de felicidad al reencontrarse entre los vivos, otra vez allí, en El Salado.

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…Y HASTA AQUÍ LOS DEPORTES

Por Claudia Ayola Escallón

La gente se fue reuniendo en la autopista norte de Bogotá con el propósito de ver pasar el féretro en el que yacía el cuerpo de Jaime Garzón. Al hombre lo asesinaron con 4 balazos y días antes ya sabía cómo sería su muerte. Estaba amenazado y disimulaba bien su miedo.
El país entero estaba consternado y algunos se preguntaban qué había hecho el pobre Garzón para merecerse toda esa pólvora sobre su cabeza, cómo podían asesinar a un pobre hombre que tan sólo se ganaba la vida haciendo reír a la gente. Estaban equivocados, pues lo que menos definía a Jaime Garzón era el oficio de humorista, la risa era tan sólo su pretexto.
Ahora, 10 años después de su muerte, circula un video que han titulado “Jaime Garzón, el profeta”. Sin mayores detalles les contaré que con magistral audacia Garzón menciona que Álvaro Uribe “vislumbra este gran país como una zona de orden público total… y será él quien por fin traiga a los redentores soldados norteamericanos” Por supuesto, entre la política de seguridad democrática y el polémico tema de las bases norteamericanas, cabe la pregunta de hasta dónde podía ver Jaime Garzón una realidad del país que el resto ni siquiera era capaz de intuir.
En el 2006 conocí el discurso de Isaac Bashevis Singer al recibir el premio Nobel de literatura. El escritor lo tituló El profeta y el poeta y en su contenido asegura que en la historia de la antigua literatura judía no existía ninguna diferencia básica entre el poeta y el profeta. Puede que para el caso de Jaime Garzón se aplique bien la hipótesis del Nobel, esa estrechez entre todo acto creativo y la posibilidad visionaria. Es posible que toda narrativa literaria, que toda manifestación artística permita de alguna manera dibujar un mundo que el resto no somos capaces de sentir, un mundo invisible a los ojos del resto de los mortales.
En mi escueta búsqueda de supuestos puedo concluir que Garzón, mucho más que humorista y periodista tenía una capacidad de lectura distinta de la realidad nacional hasta el punto que, 10 años después de su muerte, nos hace sospechar que tenía poderes adivinatorios.
Encontré un libro: El manual de inquisidores para uso de las inquisiciones de España y Portugal, publicado por una editorial de Mompelier en 1821 por el inquisidor general de Aragón Nicolao Eymerico. Este texto ostenta una crueldad vergonzosa. Se aclara aquí que los adivinos deben ser procesados por el Santo Oficio. El Manual de Nicolao se justifica agregando que el quemar a un hereje es por su bien y sobre todo por el provecho y edificación espiritual de su pueblo, que siempre es más importante el bien público que el bien individual y que ese hombre que muere, en cierta forma muere por su obstinación.
Si hubiesen asesinado a Garzón por adivino, podría ser la misma razón por la que en los poderes absolutistas se han matado a las mentes ilustres, a los creativos, a los poetas y los escritores. La Inquisición mató lo que no podía entender y lo que sentía que ponía en peligro el único sistema de creencias “legítimo”.
En lo personal no me importa mucho quién mató a Jaime Garzón, me importa más lo qué lo mató. Tener el nombre del autor intelectual me da exactamente lo mismo, pues ni siquiera creo que merezca el apelativo de intelectual aquel que siega la vida de los intelectuales. Jaime Garzón o los adivinos y herejes señalados en el manual de Nicolao Eymerico, son asesinados por la misma fuerza que niega la vida misma y su posibilidad creadora de dibujar con palabras un mundo cuestionable.
Para el caso sólo pienso en las palabras que César Augusto Londoño dijo esa misma noche al cerrar su sección deportiva en el noticiero CM&, con un tono lastimero finalizó diciendo “y hasta aquí los deportes, país de mierda”



CASA POR CÁRCEL EN LA CALLE

Por Claudia Ayola

Cambiaré su nombre. Digamos que se llama Andrés. Tiene 19 años. Lo encuentro de vez en cuando caminando por las calles del centro, algunas veces está drogado. Lo conocí cuando tenía 13 años, lo llevaron casi muerto a un hospital en el que yo trabajaba. Una herida abdominal que le atravesaba el alma también.
Estuvo un mes en el hospital, recuperándose y luchando con la posibilidad de infectarse. Me sentaba a su lado sin saber qué hacer. A nadie le enseñan esto en las escuelas de psicología. La técnica psicológica finalmente es tan distante de lo que es un ser humano. Su cuerpo delgaducho pedía la droga y a la fuerza empezó a desintoxicarse. Enfrentaba un síndrome de abstinencia revolcado en la cama con la fiebre.
Pasaba horas al lado de Andrés y le cantaba. Sólo le cantaba. Él no quería hablar. En las escuelas de psicología deberían enseñar a cantar. Un día, después de muchos días de quedarme a su lado cantándole la misma canción, me atreví a tocarlo. Acaricié su pequeña espalda de un niño débil de 13 años, un niño que había vivido en la calle la mayor parte de su vida. Me habló. Me dijo que era la primera vez que alguien lo acariciaba.
Al salir del hospital estaba “limpio” como él mismo decía. Me pedía que lo ayudara, no quería más calle. Lo llevaron a una institución a la que él no quería ir, decía que todo iba a ser igual porque allí también había mucha droga. No hice nada. No pude hacer nada.
Lo encontré meses después deambulando una calle. Drogado. “La tía que me canta”, me dijo. Lo he visto crecer durante estos 6 años. Su espalda se ha ensanchado y la voz le ha cambiado. Somos amigos. Me siento a su lado y me cuenta un poco de todo. Hablamos de otros que conocemos, algunos que han muerto, otros que han matado. Me habla de gente buena que conoce, me dice que está juicioso, que una señora lo está convenciendo para que vaya a la iglesia, que un policía lo golpeó y lo más increíble de todo, que por posesión de drogas le dieron casa por cárcel.
“Casa por cárcel…”, qué significa eso para un joven que creció en la calle. Qué quiere decir casa por cárcel. Le dije que estaba cumpliendo la pena, porque la calle había sido su casa toda la vida. Andrés se sonríe. Tiene buenos modales y jamás me pide plata. Da las gracias siempre y me saluda cariñoso.
Los niños y las niñas que están en la calle son tan niños y niñas como aquellos que están en las casas. Los niños y las niñas que están en la calle sueñan con ser bomberos, astronautas y pilotos de avión. La droga no es una decisión para ellos, la droga es el camino oscuro al que llegan sus vidas desoladas de hambre y frío, el camino desolado con el que desean olvidar los golpes y los abuso que han recibido.
Cada niño y cada niña que crece en la calle es la muestra de la manera como hemos fracasado como sociedad en el mundo entero. La manera como se nos olvidó vivir a los unos con los otros y dejamos de acompañarnos los unos con los otros. La manera en la que empezamos a marginarnos los unos con los otros hasta que nos convertimos en una especie que desprecia a sus propias crías en contra de todo designio biológico, una especie que los conduce a gélidas calles y luego les escupe en la cara cuando se los encuentra en el camino.

EL CASO COCA COLA

Por Claudia Ayola
Cartagena pasó unos días sin agua y el caos se sintió. Algunas personas pensaron en el calentamiento global y un terror de fin de mundo se sobrevino. Recordé una crónica de García Márquez llamada “Caracas sin agua”. Mientras la leía sentía sed, una sed invocada por la sugestión de carecer del preciado líquido.
Con Cartagena sin agua por varios días y con el fenómeno del Niño que no parece muy infantil que digamos, mi sed encontró refugio en una Coca Cola fría. Recordé aquella imagen de mi abuela sentada en su mecedora al vaivén de la telenovela de la noche, siempre con una de estas bebidas al lado.
Recuerdo el dolor en los dedos de los pies cada vez que, por error, mi abuela me pisaba con la balanza de su mecedora metálica tejida con plástico azul. Así como no puedo olvidar lo fría que estaba la Coca Cola de la abuela, tampoco puedo olvidar todas las veces que salí llorando y además regañada por tener los pies donde no debía.
Algunos dicen que el agua será en el siglo XXI lo que fue el petróleo en el siglo XX y vaticinan la Guerra del agua. Por mi parte, ingenua o estúpida, me siento segura con mi Coca Cola en la mano. En un artículo del periódico El Universal de México escrito en agosto de hace 2 años, afirman que la Coca Cola Zero, por ejemplo, tiene ciclamato de sodio, un endulzante cancerígeno que en Estados Unidos está prohibido hace 40 años.
En México venden Zero y aquí en Colombia también. ¿Será que el efecto cancerígeno es sólo sobre la población norteamericana? No podría imaginarme algo tan perverso como que a países latinoamericanos nos dejen tomar algo que nos causará daño. Además la Coca Cola siempre muestra sus comerciales “para compartir un carrusel de luces y color”.
La inauguración de la 11° Muestra Internacional Documental arrancó con fuerza en la Biblioteca Nacional de Colombia, con la proyección de El Caso Coca Cola del director colombo canadiense, Germán Gutiérrez, y la directora española Carmen García. El documental narra la historia de Sinaltrainal y la United Steelworkers, que acusan a la multinacional de crímenes tan serios como secuestro, torturara y asesinatos a sindicalistas en Colombia, Guatemala y Turquía.
He visto sólo un tráiler que me dejó con muchas preguntas. Dicen que los directores siguen los pasos de dos abogados defensores de derechos sindicales y a un activista de la campaña Stop Killer Coke, mientras intentan obligar a la multinacional estadounidense a aceptar responsabilidad frente a las acusaciones.
No sé qué ilusión me hará sentir segura la próxima vez que la ciudad esté sin agua. Tal vez esperaré el calentamiento global, el mundo se está acabando y a quién le importa. El desenlace será fatal. Hace muchos años, cuando le pregunté a mi abuela si le temía a la muerte, me dijo: Uno ve tantas cosas, pero tantas cosas mijita, que un día uno se cansa y no quiere ver más. Una antipatía en su rostro me indicaba que de vez en cuando el mundo resulta inauditamente desesperanzador.

COMO PINTOR SIN LIENZO

Por Claudia Ayola
Alguna vez dije que odio la Escuela. Puede ser un absurdo cuando también es cierto que desde algunos años estoy convencida que la educación es la única estrategia efectiva para salir de la miseria a la que están condenados nuestros pueblos. Los pobres serán los más pobres. Se habla de la feminización y la infantilización de la pobreza. Son las familias pobres con mayor número de niños y niñas, aquellas familias que mañana serán miserables.
En el 2006 escuché los resultados de un estudio de la CEPAL que demostraba que la educación era la única manera para modificar la balanza que marcaba como destino seguro la pobreza de la pobreza. No cualquier educación. No basta con ir a la escuela y ya. No basta con aprender a leer y a escribir. Se necesita mucho más que eso para salir de pobre, pero por algo hay que empezar y obviamente la escuela puede significar un buen comienzo del camino.
Hace un par de días tuve la oportunidad de estrechar la mano de Edgar Morin. El hombre tiene una cara como si siempre se estuviese sonriendo. Ahora me cuesta imaginarlo preocupado por dar respuesta a los saberes imprescindibles para un sistema educativo.
A finales del siglo pasado, hace 10 años, Morin publicó Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. Para entonces, Federico Mayor, exdirector de la UNESCO, escribió un prefacio en el que reconoce que la educación es “la fuerza del futuro” y señala la necesidad imperante de la transformación en las políticas y programas educativos.
Aún era pequeña mi hija cuando me dijo que, respecto al colegio, sentía que era como cuando a un pintor se le acaba el lienzo. Fue también en el colegio donde le insistieron que tenía que amar a Dios más que a su madre, lo que provocó en ella una intensa molestia en la que reclamaba que Dios era un señor que nunca había visto.
He visto niños y niñas que odian la escuela, que lloran cada mañana y ruegan para que los dejen en casa. Conocí a una niña que mojaba el uniforme como una estrategia poco efectiva de evasión a la escuela, considerando que una vez la hicieron ir con el uniforme mojado y le tocó esperar que se le secara sobre su frágil cuerpo sometido.
Mi hermano, por ejemplo, a los 6 años descubrió que tomar Coca Cola a primera hora de la mañana le provocaba vómito. Así parecía enfermo y le dejaban quedarse en casa. Muchas veces lo encontré en la puerta de la nevera, pegado a la botella esperando la razón para ser feliz por lo menos por ese día.
De eso se trata. De la felicidad. Mientras la escuela siga siendo tortura nadie saldrá de pobre y la CEPAL habrá perdido su tiempo y sus buenas intenciones. Mientras el maestro siga gritando y siga siendo el único dueño del conocimiento, mientras sigamos creyendo que vale la pena sacrificar la infancia para que sean alguien en la vida, como si ser niño o ser niña fuera ser nadie…, mientras no se aproveche el aula de clase para cuestionar el mundo, para cuestionarse a sí mismo, para preguntarse, para dudar, para soñar, para estar cerca de nosotros mismos y cerca de los otros, mientras se confunda disciplina con formación, mientras las tareas sigan la siendo la razón de las disputas familiares a las 7 de la noche, todos seguiremos siendo pobres, miserables y sobre todo inevitablemente infelices.

TOMMY MOTTOLA ES UN DEMONIO

Por Claudia Ayola

Jamás olvidaré la primera vez que vi a Michael Jackson. A casa había llegado nuestro primer Betamax. Mi abuela lo había traído de Panamá en uno de sus viajes. Para instalarlo no se requería subir al techo a arreglar la antena con un cálculo matemático, pero fue necesario leer bien las instrucciones, después de todo era la primera vez que teníamos un aparato así en casa.
Durante días vimos el video de prueba de Sony. Una niña rubia mostraba un emocionante camino con tonos azules y blancos perfectos en el que invitaba a entrar al mundo de Sonyland y su avanzada tecnología. La tierra Sony me parecía mágica. Me pregunto cuánto la marca se posicionó en mi cabeza frágil de niña de 9 años que pasaba horas sentada frente al televisor viendo el mismo video, en un lavado de cerebro aleccionante y peligroso.
Ya me sabía de memoria la película de Sonyland cuando a casa llegó el video de Michael Jackson. Vestía una chaqueta roja y bailaba de una manera que nunca había visto. Aunque el joven hombre negro cantaba algo que yo no entendía, lo alcanzaba a adivinar por la narración de las imágenes. Michael Jackson se metió en nuestro Betamax una y otra vez y la vieja película de Sonyland quedo sucia en un rincón que luego el perro de la casa orinó con rebeldía. Por asco nadie quiso volver a tomar el video de Sonyland y terminó en una bolsa de basura.
En junio de 2002, las cámaras captaron unas imágenes del rey del pop hablándole a su público en un escenario de Londres. Uno de los presentes llevaba un pequeño letrero que decía Sony kills music, que traduce Sony mata la música. Jackson tomó el anuncio en sus manos y en lugar de cantar dio un discurso sorprendente en el que decía que grandes artistas tenían historias similares, eran personas que trabajaban muy duro y la historia siempre terminaba igual “ellos terminan tristes, deprimidos y solos, porque las compañías se aprovechan de ellos”
Michael continuó diciendo que él era una persona libre y que sólo grabaría un año más con Sony “Estoy dejando la compañía y ellos están molestos conmigo…, la forma como quieren vengarse es intentando destruir mi álbum, pero yo siempre digo: el arte bueno nunca muere”
El público aplaudió exaltado cuando el artista dijo, refiriéndose al alto ejecutivo de la Sony, “Tommy Mottola es un demonio”. Michael afirmó en público que Tommy Mottola era un horrible ser humano. Dijo “no podemos dejar que hagan esto con grandes artistas” y terminó afirmando “Les prometo que los buenos ganarán al final”
Del rey del pop se ha dicho mucho. Personalmente he dicho que demasiado despliegue noticioso para la muerte de un fulano y demasiado silencio frente a la muerte de otros tantos. Sin embargo, a pesar de mi resistencia por importarme que Michael Jackson haya muerto, algo en mí siente nostalgia. Creo que un ícono de la música, que se mantiene por tanto tiempo, se vuelve como un buen perfume que nos acompañó a crecer. La muerte de Jackson nos convierte a los demás en unos sobrevivientes que nos pasamos la vida, entre otras cosas, despidiendo gente que muere.
Nunca imaginé a Michael Jackson en ese discurso de resistencia en contra de la Sony. Me hizo pensar en la gente que ha protestado en contra de las grandes multinacionales, algunos de ellos han resultado muertos. ¿Pero Michael, el mismo Michael con su atuendo excéntrico? No es mi versión de un sindicalista. Beat it, Thriller y Billie Jean se posicionaron en nuestro viejo Betamax. Tal vez el más inteligente de la casa fue mi perro, quien en un acto de irreverencia levantó su pata y orinó para siempre a Sonyland.

NO SON LAS VÍSCERAS

Por Claudia Ayola

Con toda la controversia de la ejecución del hipopótamo, en la página del Ministerio de Medio Ambiente se abrió un foro virtual. Sugiere el webmaster que antes de escribir la opinión al respecto, debemos leer un documento que figura en la misma página, que se titula “Hipopótamos: La verdad”
No tenía la mínima intención de opinar nada, pues en ocasiones para lo absurdo no existen otros calificativos, pero decidí entrar a leer el documento que señalaba “la verdad” frente a los hechos que rodearon la muerte de un hipopótamo con la autorización del Ministerio de Medio Ambiente.
Este documento, con nombre de película de policías gringos, parece un archivo con evidencia en contra del hipopótamo. Me confundió. Por qué parece que se hablara del enemigo, por qué parece que se hablara del objetivo militar ¿acaso un hipopótamo no es un animal salvaje que debemos proteger?
Expresiones como: expediente de los hipopótamos, ingreso al país, salida de la hacienda Nápoles, antecedentes de los hipopótamos de la hacienda Nápoles, un pie de una fotografía que dice “Ternero víctima de los ataques de uno de los hipopótamos”, otro pie de fotografía que dice “detalle de la herida causada por uno de los grandes colmillos de los paquidermos” y unas cartas de apoyo, hacen parte del contenido de “Hipopótamos: La verdad”
En el documento hay incluso un link con el video testimonial de un ganadero que habla de los peligros que representaba el hipopótamo ejecutado. El animal cometía crímenes terribles, pues mataba a los terneros antes de que fueran llevados al matadero y consumidos en la cena del domingo acompañado de una buena porción de papas fritas. Era un completo asesino ese hipopótamo cruel que impidió que un par de terneros llegaran al plato de alguien.
En una reconocida cadena radial se explicó que el informe entregado por Corantioquia sobre la cacería del hipopótamo, dice que la entidad avaló la presencia de Federico y Christian Pfiel Schneider, dos extranjeros que figuran como los representantes de la Porshe en Colombia, y quienes fueron los encargados de la cacería del animal para su colección privada.
Soy carnívora. Como carne hasta en el desayuno. Como carne roja. No soy vegetariana. Dejo la luz encendida, consumo más plástico y papel del necesario. No reciclo. Uso vehículos aún para recorrer cortas distancias. Gasto más agua de la necesaria. Todo esto, aunque me da vergüenza, lo hago. Lo hago de la misma manera que lo hace la gente que está tan equivocada como yo. No soy ecologista ni ambientalista, no pienso cada noche en el calentamiento global, ni me la paso sufriendo porque los osos polares dejaran de existir en poco tiempo.
Sin embargo, la ejecución del hipopótamo con el aval del Ministerio del Medio Ambiente, resulta un despropósito. En Colombia parece más fácil usar una bala que resolver un problema y me da risa que el Ministerio, con el fin de defenderse, culpa al hipopótamo. Reacción pueril.
Me da risa que tenemos la guerra y el conflicto armado tan metido en la cabeza que le abrimos un ridículo expediente a un animal muerto para hacerlo pasar por un asesino. Me da risa que aparezcan los nombres de estos virtuosos cazadores, que estoy segura, no ejecutaron al hipopótamo por un admirable acto de altruismo. Es una risa nerviosa, la risa que me produce el dolor.
Dicen que las vísceras del hipopótamo no fueron enterradas adecuadamente y que por días un pestilente olor invade toda la zona. Tengo una teoría: No son las vísceras del animal, son los cerebros de aquellos que tomaron esta decisión y la ejecutaron. Apestan.


LA ESPIRAL DEL SILENCIO

Por Claudia Ayola

En las páginas del diario local apareció Juan Carlos Borja, un médico que se puso de pie frente al Presidente Uribe y exigió respuestas sobre los falsos positivos, el decadente sistema de salud y el tema de la zona franca de Tomás y Jerónimo. Borja levantaba la mano con una libreta de apuntes en la que había escrito “no más Uribe” e insistía en plantear cuestionamientos que encontraba relacionados con la gestión pública, justamente el tema del evento que convocaba a todos los presentes en el salón Barahona del Centro de Convenciones de Cartagena.
La interrupción surgió en medio del discurso presidencial y el mandatario reaccionó molesto diciendo “no abusemos de nuestras libertades”. Juan Carlos Borja insistía cuestionando la seguridad democrática “a nosotros no nos sirve una seguridad de metralleta, de policía, de soldados; nosotros necesitamos es seguridad social” Algunas de las personas presentes pedían a grito que sacaran a Borja del recinto y lo abucheaban, hasta que unos hombres vestidos de civil con audífonos en las orejas lo inmovilizaron, lo arrojaron al piso y lo detuvieron.
Aunque Colombia sea un país que en ocasiones ha perdido toda esperanza de encontrar respuestas sobre sus muertos y este médico no es el único colombiano que se hace preguntas, creo que se requiere una fuerza especial para atreverse a disentir en un lugar en el que se es minoría. Ser contradictor en un escenario unánime puede significar mucho más que exponerse a unos gritos que dicen “sáquenlo”, sin embargo, el médico Borja se atrevió y a mí me hizo recordar la interesante teoría de la Espiral del silencio.
La politóloga alemana de la Universidad de Mainz, Elisabeth Noelle-Neumann, es la autora de dicha teoría y hace referencia a la manera cómo la opinión pública puede influir e incluso ser determinante en el comportamiento individual. La espiral del silencio declara que es menos probable que un individuo dé su opinión sobre un determinado tema entre un grupo de personas, si siente que es parte de la minoría, por miedo a la represión o aislamiento por parte de la mayoría
Según esta teoría los individuos usan un sentido casi innato para hacer mediciones sobre la opinión pública, una capacidad natural cuasiestadística que permite establecer de qué lado se carga la opinión de la mayoría de las personas. Así, la opinión pública se percibe como un status quo y la minoría se priva de expresar su propia opinión por temor a ser excluida o marginada.
Juan Carlos Borja parecía el único contradictor del salón, pero según la teoría de Noelle-Neumann es poco probable que otra persona que disienta se atreva a hablar, ya que frente a los ojos de todos era evidente lo que la opinión de la mayoría podía hacer para excluir a aquel que pensara de forma diferente y que se atreviera a expresar su inconformidad. Es posible que en el mismo recinto otros pensaran como él y sin embargo guardaran silencio.
Borja dijo públicamente lo que muchas otras personas dicen entre labios, lo que cuestiona el taxista, lo que cuestiona una vecina con la otra, pero lo realmente maravilloso es ver cómo aún hay gente que se atreve a levantarse con una libreta de notas en la mano y en medio de un auditorio decir “yo no estoy de acuerdo” Lo que para la mayoría presente pudo haber sido un saboteo, en realidad es una muestra de valor. El valor que tienen los seres humanos que se atreven a enfrentarse con la fuerza y la dignidad nacen de sus ideas y sus palabras.


LA RECORDADORA

Por Claudia Ayola

En clase de neurofisiología leí por primera vez Funes el memorioso, un cuento de Borges. Revisábamos el complejo tema de la memoria y las amnesias. El profesor intentaba hacernos entender que el olvido también era necesario. El personaje del cuento, Ireneo Funes, era incapaz de olvidar y a cambio recordaba cada detalle mínimo de todo cuanto había vivido y aquello que había sentido y pensado de lo que había vivido. La memoria de Funes le torturaba y como dice el autor al final del cuento, le era imposible pensar, porque pensar es olvidar un poco.
El juego entre la memoria y el olvido ocurre en un tablero en el que la conveniencia y la intencionalidad juegan un papel importante. Si bien recordarlo todo es una tortura, el olvido también es una trampa. Peter Burke, por ejemplo, menciona que en antaño existía un funcionario llamado “recordador”. La función del recordador, en palabras de Burke “era recordar a la gente lo que le hubiera gustado olvidar”
Es posible que el Funes de Borges no necesitara al recordador de Burke, pero nosotros de vez en cuando lo necesitamos. Yo seré una recordadora hoy. Recordaré algo que algunas personas querrán olvidar y que yo jamás querré haber vivido.
Rolando Pérez Pérez era un profesor de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, un profesional cubano que llevaba años formando estudiantes en los salones de clase de esta reconocida institución. Con lo que trabajaba le alcanzaba para vivir dignamente y para mandarle algo a su madre que es una viejita que aún vive en La Habana.
Hace dos años y medio una persona entró a la vivienda de Rolando y le atacó por la espalda con un martillo de construcción destrozándole el occipital. Yo lo vi muerto tendido en su cama. Creo que nunca había visto tanta sangre junta salpicada en las paredes. El asesino siguió golpeando su cabeza. Siempre me he preguntado la razón para seguir golpeando a un cadáver. No sè si se trata de un verdadero imbécil que no reconocía que su víctima estaba ya muerta.
Las autoridades dijeron a la prensa que se trataba de un crimen pasional, pero no estoy segura si es que en su código secreto crimen pasional significa crimen que quedará impune. Casi todos los crímenes del mundo son pasionales y ninguno lo es. Todos tienen que ver con las pasiones humanas.
El asesino de Rolando anda libre por allí, quién sabe dónde. El tipo del martillo en la mano puede estar frente a la casa de cualquiera o puede ser el nuevo novio de su hija. Puede ser el nuevo empleado que contrato en su empresa o puede ser el nuevo portero que cuida su edificio. Puede ser cualquiera. Un asesino suelto es un peligro para toda la sociedad.
Pienso en Borges, pienso en Burke y ahora pienso en Dostoyevski y su novela Crimen y Castigo. Es posible que el peor castigo del criminal sea vivir con su propia sombra. Es posible que el peor castigo sean sus propios sueños. Confío en que el señor Fedor Dostoyevski tenía razón y sabía cómo son estos asuntos. El asesino se castiga con su propia existencia.
Pero de poco nos sirve un asesino con moral y culpa. Nos sirve tener la tranquilidad de que se ha hallado al culpable, nos sirve tener la seguridad de confiar en que nuestras instituciones nos protegen y nos sirve saber que los seres humanos valemos y que cuando se halla a alguno con el cráneo destrozado, el resto no lo olvida.

LOS GRITOS DE GUANTÁNAMO

Por Claudia Ayola

El primer presidente cubano, Tomás Estrada Palma, firmó un tratado de arrendamiento perpetuo, de lo que sería la base militar de Guantánamo, un enclave estadounidense desde finales de 1800. Se establecía que Estados Unidos tendría completa jurisdicción y control sobre la bahía de Guantánamo.
El sueño de la base militar gringa en tierras cubanas se consolidó y se mantuvo a pesar de la revolución y de la llegada de Fidel al poder, de quien se dice se negó a recibir el arrendamiento por considerar ilegítima la ocupación.
Después del 11 de septiembre de 2001, el ánimo guerrerista de Bush, tan aplaudido por muchos muertos del miedo y de ansias de venganza, decidió recluir en Guantánamo a aquellos que se consideraban terroristas o miembros de Al Qaeda, como fue el caso de Omar Khadr, un prisionero de 17 años acusado de lanzar una granada contra un soldado estadounidense en un enfrentamiento en Afganistan.
Khadr y los otros detenidos de Guantánamo son sometidos a una jurisdicción militar, de guerra, que desconoce los derechos humanos y que precisa de una justicia parcializada y velada. Aunque Bush negó las torturas, algunas fotografías de excesos y abusos contra los presos de esta cárcel han dado la vuelta al mundo y en internet circulan libremente videos de vejámenes y condiciones inhumanas contra los detenidos en la base militar.
En el 2006, Bush firmó una ley que permitía juicios ante comisiones militares para aquellos considerados “combatientes enemigos ilegales”, que entre otros asuntos permite admitir como prueba aquella información obtenida mediante trato cruel o degradante. Sin embargo, Amnistía Internacional afirma que para el 2008, sólo dos de los 750 detenidos en Guantánamo habían sido declarados culpables por el gobierno de Estados Unidos, después de casi 7 años de detenciones en esta base militar.
Lo cierto es que Guantánamo, por secreto e incierto que sea, no ha ocurrido a espaldas de la Humanidad, incluso la venezolana Dayana Mendoza -que ostenta el título de Miss Universo 2008- y Crystle Stewart -Miss Estados Unidos- estuvieron de visita en la bahía de Guantánamo y la prensa registro sus ligeras impresiones como “Fue una experiencia increíble”, “Un lugar relajante, tranquilo y hermoso” y “Vimos perros militares que nos hicieron una demostración muy linda de sus destrezas”.
Una vez finalizó la visita, Mendoza regresó a Nueva York, ciudad en la que tenía una sesión fotográfica para la revista People, dejando atrás la cárcel que el nuevo presidente de Estados Unidos, Barak Obama, ha decidido cerrar diciéndole no a la tortura.
El canal de National Geographic recién estrena el documental Guantánamo al descubierto en el que se muestran distintos matices, pero difícilmente la realidad. Esta sólo la sabrán aquellos que estuvieron allí y sus gritos no se oyeron en ningún lado.
Lo realmente intrigante del tema, es preguntarse por qué ahora que Obama decide cerrar el lugar y repartir presos a la justicia de varios países, el mundo se aterra de lo que se ha vivido por años dentro de esta cárcel. Por qué ahora todo el mundo la cree inhumana…, si lo contemplamos por tanto tiempo y nunca nos importó. Ahora vemos crueldad donde nos parecía ver justicia.





ESPERANDO LA ORDEN DE LA EPS

Por Claudia Ayola

A mis manos ha llegado una carta firmada con las iniciales de un médico radiólogo. La carta se titula “Para que no se repita, para que no le pase a otro”. Termina con unas emotivas y confesionales palabras que rezan “con profundo dolor”. El médico, en un tono pausado relata la experiencia de indolencia que llevó a la muerte a su hermana Esther, una mujer que el 26 de diciembre de 2008 fue llevada de emergencia a un centro hospitalario por presentar una súbita y transitoria pérdida del conocimiento.
El diagnóstico reveló la presencia de unos aneurismas cerebrales que, aunque en el momento permitían que la paciente estuviera estable, representaban un peligro de muerte inminente y requería inmediatamente un estudio más complejo.
El médico, a lo largo de su carta, narra la manera como se negaron realizarle el procedimiento hasta no tener la autorización de la EPS, empresa que emite la orden hasta el medio día del 27 de diciembre, pero la clínica se niega a realizar la intervención porque no autorizó los medicamentos y catéteres para el estudio y no pueden arriesgarse a perder dinero.
En vista de la situación, el médico decide trasladar a su hermana a otra institución en la que un grupo de médicos decide practicarle el procedimiento, pero los resultados requieren una intervención de neurocirugía de urgencia que se puede realizar únicamente en la primera clínica en la que fue atendida, por tener los materiales necesarios. Sin embargo, otra vez le informaron que hasta no tener tramitada la orden ante la EPS, el procedimiento no se le realizaría.
El médico, desesperado, ruega que intervengan a su hermana y ante la negativa ofrece un cheque en blanco como soporte mientras se gestiona la orden, pero insisten en que será imposible sin la autorización de la EPS. Las súplicas a sus colegas de nada sirven y antes de encontrar una alternativa por él mismo, la hermana del médico muere. Muere esperando una intervención que le salvaría la vida, pero que jamás llegó por depender de la orden de una EPS.
He pensado que algunas EPS trabajan como mecanismo de control demográfico, la natalidad que no se controla, se ajusta llevando a la muerte a quienes no tienen otra opción que ser víctimas del sistema. Las citas médicas son distantes, no importa que se trate de un diagnóstico en el que está en juego la vida.
La pobreza es un factor determinante, pues si bien como en el caso del desesperado médico, en muchas ocasiones tener la posibilidad de girar un cheque sirve de poco, ser pobre sí es una garantía para que además de la indolencia tenga una persona que asumir la humillación.
Estoy convencida de que hay médicos que trabajan por la vida y otros por la muerte, que mientras unos aún creen en la misión social de la medicina, otros creen ciegamente en servirle a quienes se enriquecen con la vida humana y hacen lo posible por venderse y vender a sus pacientes como kilos de carne en la plaza del mercado.
Mientras unos quieren ayudar, otros, los mercaderes, hicieron de la medicina un comercio, en el que el laboratorio que los financia les dice qué investigar, qué concluir en sus investigaciones, qué medicar y qué enseñar en las escuelas de medicina.
No sé cuántos sean de los unos y cuántos sean de los otros, pero lo cierto es que protegiendo los intereses de las EPS, dejan agonizar o morir a la gente. Se niegan camas en unidades de cuidados intensivos, no se autorizan procedimiento y se juega con la incertidumbre de los enfermos como si a ellos, a esos que se lucran, jamás les fuese a llegar la muerte. En esa triste hora cercana al sepulcro, de poco les servirá que estén confesados, pues corren el riesgo de encontrarse en el camino con todos aquellos que dejaron morir esperando la orden de la EPS.




MEDIEVAL ENCUESTA PARA DONANTES

Por Claudia Ayola
La revista Cambio, en su edición 818, ha publicado un artículo que se titula Defensores de derechos humanos y bancos de sangre enfrentados. Explica que existe una norma que desprecia la donación de sangre de personas homosexuales, colocándolas en la misma categoría de personas promiscuas, víctimas de abuso sexual y drogadictos.
La noticia me sorprende porque una de las estrategias más eficaces de la lucha contra el VIH fue descubrir que muchas personas que pertenecían a los llamados grupos de riesgo - por ejemplo los homosexuales - habrían asumido comportamientos protectores frente a su vida sexual, mientras grupos que no eran considerados de riesgo, empezaron a mostrar un alarmante crecimiento en el número de infectados.
Se impulsó la decidida lucha contra las conductas de riesgo. Más allá de la orientación sexual que se tenga, lo importante es tener una vida sexual responsable y asumir el uso sistemático del preservativo. La heterosexualidad no garantiza conductas sexuales responsables.
Sin embargo, en Colombia, el Manual de normas técnicas administrativas y de procedimientos de bancos de sangre, señala que en la encuesta de análisis del Donante, el Banco de Sangre puede excluir al donante por ser considerado de riesgo.
Incluso el decreto 1571 de 1993 dice que debe evitarse la donación de grupos de alto riesgo, como homosexuales, drogadictos y hemofílicos. Por otra parte, la resolución 005108 que establece el Manual de buenas prácticas para Bancos de tejidos y de médula ósea dice que entre los criterios de exclusión de donante de Membrana Amniótica se encuentra la bisexualidad. ¿Acaso quiere decir que para que una mujer done la membrana amniótica de su hijo, es requisito que no haya tenido una relación erótica sexual con otra mujer?
Si bien, estas medidas pueden ser estigmatizadoras y discriminantes de personas con orientación sexual distinta a la heterosexual, quienes la defienden se sustentan en la responsabilidad que se tiene con el receptor de la sangre.
Pero si un donante homosexual supone un riesgo para un receptor, ¿acaso un donante heterosexual no lo supone? Los criterios de exclusión de la sangre deben estar dados por el análisis de ésta y no por prejuicios ridículos y de discriminación que tampoco representan una seguridad para el receptor de la sangre. El Ministerio de Protección debería empezar a hacerse la pregunta, si se cuenta con la tecnología para darle seguridad a los receptores de donaciones, por qué se hace necesaria una encuesta tan subjetiva, prejuiciosa y poco confiable.
La orientación sexual no define la conducta sexual. Algunos heterosexuales tienen conductas sexuales mucho más riesgosas y sin protección, entonces ¿pueden estar los receptores de sangre seguros y confiados? Si la conducta sexual es un criterio de exclusión, serán muy pocos los que realmente podamos ser donantes, habría que excluir a todas las personas que han tenido relaciones sexuales sin uso del preservativo y por otras razones de exposición, al personal de salud. Afortunadamente, la sangre se somete a exhaustivos procedimientos científicos que hoy por hoy nos permiten estar tranquilos ¿Entonces para qué la encuesta?
En lo personal, si en algún momento tengo que recibir sangre, espero que su bioseguridad dependa de pruebas de laboratorio y no de una encuesta que parece un interrogatorio medieval. Los seres humanos creemos que hemos avanzado porque los desarrollos tecnológicos han avanzado, pero lo triste es que muchas de nuestras ideas siguen siendo propias del oscurantismo.